Carta abierta a Justo Orozco, actualmente diputado en la Asamblea Legislativa de Costa Rica, hasta 2014; además de presidente de la Comisión de Derechos Humanosde la Asamblea Legislativa
Diputado Justo Orozco:
Usted de hecho no sabe ni tiene por qué saber hace cuánto tiempo yo no lloro. Es más, usted ni siquiera sabe que yo existo. Posiblemente nunca ha escuchado mi nombre. Creo que no me ha visto ni en las listas de morosos del Colegio de Abogados porque nunca he estado en una de esas listas. Es decir, para usted yo no existo, yo soy nadie, soy invisible.
Me gustaría comentarle que la última vez que lloré fue hoy, y antes de eso no recuerdo cuándo. Realmente no lo recuerdo. Yo soy una persona muy feliz, ¿sabe?. No. Yo sé que no lo sabe, porque para usted yo soy invisible. Soy una persona que, según dice la gente que me conoce, irradio alegría a pesar de la mierda que pueda estar comiendo. Por eso casi nunca lloro, porque llorar no va conmigo; casi que se contrapone a mi esencia.
Hoy lloré, Justo Orozco. Y lo más desagradable es tener que decirle así, en estas líneas, que lloré por su culpa. Lloré pos la indignación y el asco que escucharlo en la entrevista que le concedió a Amelia Rueda en el programa Nuestra Voz, me ocasionó.
Lloré con dolor profundo en mi corazón, en mi alma, en mi humanidad. Me sentí humillada, pisoteada, vilipendiada, asqueada.
Usted me provocó asco, Justo Orozco. Sus palabras hicieron que literalmente se me revolviera el estómago. Tuve que contenerme para no vomitar por las náuseas que sus palabras y el eco de su voz provocan y siguen provocando en mi organismo.
¿Sabe algo, Justo Orozco? Yo soy heterosexual. Creo que siempre lo he sabido. Soy atea y desde hace muchos años lo sé. Soy madre soltera y lo soy desde que nació mi primera hija. Soy abogada desde el día en que me incorporé al Colegio de Abogados. Entré a la UCR e inicié mis estudios generales pero no seguí porque ya había ingresado a una universidad privada y no me servía seguir asistiendo a ambos centros educativos.. Yo tomo licor, Justo Orozco, como muchísimas otras personas, hombres y mujeres por igual, que toman licor. Me gusta y lo disfruto. Yo fumo, Justo Orozco, y también lo disfruto.
En muchos aspectos me considero una minoría en este país.
Estoy dentro de las minorías de madres solteras que deben sacar adelante a sus hijos solas y que a veces tiene que ver qué diantres hace para poner alimento en la boca de las criaturas. No recibo ningún tipo de ayuda para salir adelante, y la calle, para una abogada madre soltera, no es fácil, señor Justo Orozco.
Soy atea y mucha gente me juzga mal por eso, como si no creer en uno de los cientos y cientos de dioses que pululan en el universo mental de las millones de millones de personas que habitan en este planeta, me hiciera mala per se. También formo parte de una minoría por ese motivo, y no crea que es fácil soportar muchos ataques de los que soy víctima por personas que me creen sin valores, sin moral, sin dignidad, sin principios y sin corazón o sentimientos, solo por no profesar una religión ni creer en un dios.
Otra cosa que quiero que sepa, es que a pesar de que soy heterosexual, tengo muchísimos amigos y varios familiares que no lo son. Conozco homosexuales, tanto hombres como mujeres. Conozco bisexuales, transexuales, intersexuales, pansexuales, trasvestidos... en fin. Si usted supiera el abanico de personas que no son heterosexuales que conozco. Y que además los quiero, a muchos, a otros no. Y que además los he visto por ejemplo, besándose, acariciándose, abrazándose, viviendo en pareja, amándose, teniendo una aventura. Si usted supiera, que he servido hasta de celestina para que algún amigo coquetee con algún otro amigo (hablo de dos hombres, claro).
Si usted supiera que estando de paseo en Nicaragua, hace como dos años, hice un simulacro de matrimonio entre dos muy queridos amigos homosexuales, ya que estaban convencidos de que nunca en este país, se aceptará el matrimonio entre personas del mismo sexo; y hasta la fecha, ellos le cuentan a todo mundo que están casados porque una abogada los casó, aunque fuera pura pantomima. Pero ellos lo creen así, y eso es lo que importa. Fue una unión de amor, entre dos seres humanos que se amaban y se siguen amando hasta el día de hoy como un hombre y una mujer, que es lo que usted llama normal.
Yo quiero mucho a los homosexuales, Justo Orozco, y también a todo ese abanico de personas que aman lo que para usted no es normal. Es más, en algunas ocasiones he manifestado en ciertos círculos, cosa que no me avergüenza, que de repente me siento que soy pansexual, y no solo o precisamente heterosexual. No me voy a detener en explicarle el significado de ese término, pues un tipo tan inteligente como usted, que fue "matrícula de honor" en la UCR, y que podría medir su inteligencia con cualquiera (palabras suyas, no mías), obviamente conoce el significado de eso, y de mucho más. Por ejemplo, usted sabe perfectamente que la homosexualidad no es una enfermedad, ¿verdad Justo Orozco, que usted lo sabe? Ah no, se me olvidaba que usted cree exactamente todo lo contrario. Pero me extraña, hombre, que usted dentro de su infinita e inagotable sapiencia desconozca o no se haya enterado de que la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad desde hace como treinta años.
La homosexualidad no es ni siquiera una elección, como decidir cambiar o dejar una religión, como decidir tener hijos, como decidir tomar o fumar, o usar pantalones o enagua, o llevar el cabello corto o largo, o ser ladrón o diputado o abogado o pastor religioso. La orientación sexual, la preferencia sexual (que me corrijan ese concepto mis amigos psicólogos, en especial los que dentro de ese gremio son homosexuales), es algo con lo que se nace, y la sociedad impone luego un modelo que indica: las niñas de rosa y los niños de celeste. Las niñas con muñecas y los niños con carritos. Entonces, se deforma la verdadera orientación que trae aparejada el individuo al nacer y nos convertimos en lo que la sociedad, en términos generales y a ultranza, y con violencia, nos obliga a ser. Ese ilusorio canon de "normalidad" preestablecido, que indica que se ha de ser blanco, heterosexual, de preferencia que hable inglés, profesional, alto, bonito y con dinero. Ah, y creyente, para acabarla de hacer.
No crea que me voy a desviar del tema que me obligó a escribirle, Justo Orozco. Yo le contaba al principio, que había llorado por su culpa. Dirá usted: "Pero si yo a esa mujer invisible no le he ofendido, no le he hecho nada, ya que admite que ni siquiera es homosexual."
Bueno, Justo Orozco, yo le digo que usted sí me ofendió a mí. A mí me ofendió su discapacidad mental tan evidente al tratar a personas que son mi familia y mis amigos (que también mis amigos son mi familia, y como tales los defiendo y los amo a capa y espada) de una forma tan denigrante. Le dijo usted a doña Amelia que usted ni siquiera conoce a esa gente, que no andan con una calcomanía en el pecho que los distinga. ¿Qué quiere usted, Justo Orozco, que todos nos etiquetemos, que propaguemos por ahí nuestras cuitas, pecados, virtudes, debilidades, aberraciones y filias cual mercancía a la venta? ¿Para qué, Justo Orozco. Dígame para qué? ¿Cuál es la motivación que le lleva a usted, todo un creyente que lee cinco biblias distintas antes de salir de casa todas las mañanas (se lo dijo a doña Amelia también), a ofender de una manera tan cruel a otros seres humanos, tan humanos y hasta más, tal vez, que usted? Son seres humanos, somos seres humanos; seres humanos que merecemos respeto, amor, comprensión, cariño, una mano. Somos minorías, Justo Orozco; minorías a las que usted denigra y vilipendia día con día, a todas horas, cada vez que abre su boca y deja salir tanto desprecio, tanto odio, tanto rencor, tanta ignorancia; tan poco respeto y ningún amor al prójimo. ¿Sabe usted, Justo Orozco, que Jesús de Nazareth fue un personaje histórico que cambió este mundo? ¿Sabe usted, Justo Orozco que a pesar de que yo soy atea, creo que Jesús de Nazareth existió y que fue un locazo revolucionario como el Ché Guevara, John Lennon,y tantos otros que han cambiado a este planeta de matraca, y que quitando el aspecto divino de sus mensajes, me parece maravilloso y encomiable el mensaje de amor entre los hombres que enseñó? Ese Jesús de Nazareth, Justo Orozco, en quien supongo usted cree y considera el hijo de su dios, ese, ni más ni menos, fue quien dijo: "Amaos los unos a los otros", no dijo odiaos los unos a los otros. Usted, Justo Orozco, está segregando a este país en dos bandos: Los que odian y los que aman. Las cosas no estaban tan mal antes de que usted llegara a tener el poder que tiene, pero ahora el país está caldeado por culpa de sus declaraciones que no conectan cerebro, corazón y lengua.
Justo Orozco, usted me ofendió, porque su odio exacerbado hacia las personas homosexuales me tocó en lo más entrañable de mis sentimientos.. Yo me sentí tan mal, como usted no tiene idea. Es horrible que alguien se refiera públicamente a un grupo de personas de la forma en que usted lo hizo. Son mis hermanos, son mis amigos, son mi familia, son seres humanos igual que yo. Justo, lo que usted nos hace a todas las minorías, día a día, no tiene perdón ni de su dios ni de los hombres. Usted está lleno de odio, de constipación homofóbica y mosógina. Qué triste momento el que pasa este país actualmente con usted a la cabeza de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa. Qué atropello para los Derechos Humanos.
Se dice que los diputados son los padres de la patria; Justo Orozco, con un padre como usted, yo me declaro huérfana.
Ahora para finalizar, Justo Orozco, usted le dijo a Amelia Rueda hoy en la entrevista, que si alguien se sintió ofendido, que usted se disculpa. Esto porque usted no los conoce, porque no andan con una etiqueta, porque usted no los sabe distinguir. Eso quiere decir que usted invisibiliza a una gran porción de habitantes de este país, que pueden ser sus asesores, sus familiares, sus amigos, parte de los feligreses en su iglesia. ¿Que no los conoce? Me presento, Justo Orozco, soy Theidyl Arias, y soy parte de las minorías a quien usted ofende día con día. Ah, a mi colega y amigo Yashin Castrillo, a quien usted conoce personalmente, también lo ofendió. A don Marco Castillo, a quien de seguro conoce, también lo ofendió. A Ángel Rafael, que hasta lo maquilló una vez en Teletica, también lo ofendió. A Marcelo Castro, también lo ofendió. ¿No los conoce a ninguno de ellos? ¿Lleva plumas alguno de ellos para diferenciarlos? ¿Llevan alguna etiqueta que les diferencie o les estigmatice más de lo de por sí estigmatizados que ya están por simplemente amar a personas de su mismo sexo? ¿Qué le hace a usted diferente o mejor a ellos, Justo Orozco? ¿Qué le hace a usted diferente o mejor a mí, Justo Orozco?
Ante lo dicho por usted, Justo Orozco, ante doña Amelia Rueda, yo le solicito públicamente que me contacte para ver cuándo le puedo atender y dónde, a fin de que me brinde una disculpa porque usted me ofendió con sus palabras; palabras de las que no se retractó; palabras de las que no se arrepiente.
Espero pronto su respuesta, de alguna manera, para que demuestre que es tan hombre que mantiene su palabra, de ofrecer una disculpa a quien se haya sentido ofendido con sus palabras.
Atentamente;
Licda. Theidyl L. Arias Chaves
Mujer, madre, ser humano, abogada penalista, humanista y ciudadana costarricense
Cédula 1--911-705
Diputado Justo Orozco:
Usted de hecho no sabe ni tiene por qué saber hace cuánto tiempo yo no lloro. Es más, usted ni siquiera sabe que yo existo. Posiblemente nunca ha escuchado mi nombre. Creo que no me ha visto ni en las listas de morosos del Colegio de Abogados porque nunca he estado en una de esas listas. Es decir, para usted yo no existo, yo soy nadie, soy invisible.
Me gustaría comentarle que la última vez que lloré fue hoy, y antes de eso no recuerdo cuándo. Realmente no lo recuerdo. Yo soy una persona muy feliz, ¿sabe?. No. Yo sé que no lo sabe, porque para usted yo soy invisible. Soy una persona que, según dice la gente que me conoce, irradio alegría a pesar de la mierda que pueda estar comiendo. Por eso casi nunca lloro, porque llorar no va conmigo; casi que se contrapone a mi esencia.
Hoy lloré, Justo Orozco. Y lo más desagradable es tener que decirle así, en estas líneas, que lloré por su culpa. Lloré pos la indignación y el asco que escucharlo en la entrevista que le concedió a Amelia Rueda en el programa Nuestra Voz, me ocasionó.
Lloré con dolor profundo en mi corazón, en mi alma, en mi humanidad. Me sentí humillada, pisoteada, vilipendiada, asqueada.
Usted me provocó asco, Justo Orozco. Sus palabras hicieron que literalmente se me revolviera el estómago. Tuve que contenerme para no vomitar por las náuseas que sus palabras y el eco de su voz provocan y siguen provocando en mi organismo.
¿Sabe algo, Justo Orozco? Yo soy heterosexual. Creo que siempre lo he sabido. Soy atea y desde hace muchos años lo sé. Soy madre soltera y lo soy desde que nació mi primera hija. Soy abogada desde el día en que me incorporé al Colegio de Abogados. Entré a la UCR e inicié mis estudios generales pero no seguí porque ya había ingresado a una universidad privada y no me servía seguir asistiendo a ambos centros educativos.. Yo tomo licor, Justo Orozco, como muchísimas otras personas, hombres y mujeres por igual, que toman licor. Me gusta y lo disfruto. Yo fumo, Justo Orozco, y también lo disfruto.
En muchos aspectos me considero una minoría en este país.
Estoy dentro de las minorías de madres solteras que deben sacar adelante a sus hijos solas y que a veces tiene que ver qué diantres hace para poner alimento en la boca de las criaturas. No recibo ningún tipo de ayuda para salir adelante, y la calle, para una abogada madre soltera, no es fácil, señor Justo Orozco.
Soy atea y mucha gente me juzga mal por eso, como si no creer en uno de los cientos y cientos de dioses que pululan en el universo mental de las millones de millones de personas que habitan en este planeta, me hiciera mala per se. También formo parte de una minoría por ese motivo, y no crea que es fácil soportar muchos ataques de los que soy víctima por personas que me creen sin valores, sin moral, sin dignidad, sin principios y sin corazón o sentimientos, solo por no profesar una religión ni creer en un dios.
Otra cosa que quiero que sepa, es que a pesar de que soy heterosexual, tengo muchísimos amigos y varios familiares que no lo son. Conozco homosexuales, tanto hombres como mujeres. Conozco bisexuales, transexuales, intersexuales, pansexuales, trasvestidos... en fin. Si usted supiera el abanico de personas que no son heterosexuales que conozco. Y que además los quiero, a muchos, a otros no. Y que además los he visto por ejemplo, besándose, acariciándose, abrazándose, viviendo en pareja, amándose, teniendo una aventura. Si usted supiera, que he servido hasta de celestina para que algún amigo coquetee con algún otro amigo (hablo de dos hombres, claro).
Si usted supiera que estando de paseo en Nicaragua, hace como dos años, hice un simulacro de matrimonio entre dos muy queridos amigos homosexuales, ya que estaban convencidos de que nunca en este país, se aceptará el matrimonio entre personas del mismo sexo; y hasta la fecha, ellos le cuentan a todo mundo que están casados porque una abogada los casó, aunque fuera pura pantomima. Pero ellos lo creen así, y eso es lo que importa. Fue una unión de amor, entre dos seres humanos que se amaban y se siguen amando hasta el día de hoy como un hombre y una mujer, que es lo que usted llama normal.
Yo quiero mucho a los homosexuales, Justo Orozco, y también a todo ese abanico de personas que aman lo que para usted no es normal. Es más, en algunas ocasiones he manifestado en ciertos círculos, cosa que no me avergüenza, que de repente me siento que soy pansexual, y no solo o precisamente heterosexual. No me voy a detener en explicarle el significado de ese término, pues un tipo tan inteligente como usted, que fue "matrícula de honor" en la UCR, y que podría medir su inteligencia con cualquiera (palabras suyas, no mías), obviamente conoce el significado de eso, y de mucho más. Por ejemplo, usted sabe perfectamente que la homosexualidad no es una enfermedad, ¿verdad Justo Orozco, que usted lo sabe? Ah no, se me olvidaba que usted cree exactamente todo lo contrario. Pero me extraña, hombre, que usted dentro de su infinita e inagotable sapiencia desconozca o no se haya enterado de que la homosexualidad dejó de ser considerada una enfermedad desde hace como treinta años.
La homosexualidad no es ni siquiera una elección, como decidir cambiar o dejar una religión, como decidir tener hijos, como decidir tomar o fumar, o usar pantalones o enagua, o llevar el cabello corto o largo, o ser ladrón o diputado o abogado o pastor religioso. La orientación sexual, la preferencia sexual (que me corrijan ese concepto mis amigos psicólogos, en especial los que dentro de ese gremio son homosexuales), es algo con lo que se nace, y la sociedad impone luego un modelo que indica: las niñas de rosa y los niños de celeste. Las niñas con muñecas y los niños con carritos. Entonces, se deforma la verdadera orientación que trae aparejada el individuo al nacer y nos convertimos en lo que la sociedad, en términos generales y a ultranza, y con violencia, nos obliga a ser. Ese ilusorio canon de "normalidad" preestablecido, que indica que se ha de ser blanco, heterosexual, de preferencia que hable inglés, profesional, alto, bonito y con dinero. Ah, y creyente, para acabarla de hacer.
No crea que me voy a desviar del tema que me obligó a escribirle, Justo Orozco. Yo le contaba al principio, que había llorado por su culpa. Dirá usted: "Pero si yo a esa mujer invisible no le he ofendido, no le he hecho nada, ya que admite que ni siquiera es homosexual."
Bueno, Justo Orozco, yo le digo que usted sí me ofendió a mí. A mí me ofendió su discapacidad mental tan evidente al tratar a personas que son mi familia y mis amigos (que también mis amigos son mi familia, y como tales los defiendo y los amo a capa y espada) de una forma tan denigrante. Le dijo usted a doña Amelia que usted ni siquiera conoce a esa gente, que no andan con una calcomanía en el pecho que los distinga. ¿Qué quiere usted, Justo Orozco, que todos nos etiquetemos, que propaguemos por ahí nuestras cuitas, pecados, virtudes, debilidades, aberraciones y filias cual mercancía a la venta? ¿Para qué, Justo Orozco. Dígame para qué? ¿Cuál es la motivación que le lleva a usted, todo un creyente que lee cinco biblias distintas antes de salir de casa todas las mañanas (se lo dijo a doña Amelia también), a ofender de una manera tan cruel a otros seres humanos, tan humanos y hasta más, tal vez, que usted? Son seres humanos, somos seres humanos; seres humanos que merecemos respeto, amor, comprensión, cariño, una mano. Somos minorías, Justo Orozco; minorías a las que usted denigra y vilipendia día con día, a todas horas, cada vez que abre su boca y deja salir tanto desprecio, tanto odio, tanto rencor, tanta ignorancia; tan poco respeto y ningún amor al prójimo. ¿Sabe usted, Justo Orozco, que Jesús de Nazareth fue un personaje histórico que cambió este mundo? ¿Sabe usted, Justo Orozco que a pesar de que yo soy atea, creo que Jesús de Nazareth existió y que fue un locazo revolucionario como el Ché Guevara, John Lennon,y tantos otros que han cambiado a este planeta de matraca, y que quitando el aspecto divino de sus mensajes, me parece maravilloso y encomiable el mensaje de amor entre los hombres que enseñó? Ese Jesús de Nazareth, Justo Orozco, en quien supongo usted cree y considera el hijo de su dios, ese, ni más ni menos, fue quien dijo: "Amaos los unos a los otros", no dijo odiaos los unos a los otros. Usted, Justo Orozco, está segregando a este país en dos bandos: Los que odian y los que aman. Las cosas no estaban tan mal antes de que usted llegara a tener el poder que tiene, pero ahora el país está caldeado por culpa de sus declaraciones que no conectan cerebro, corazón y lengua.
Justo Orozco, usted me ofendió, porque su odio exacerbado hacia las personas homosexuales me tocó en lo más entrañable de mis sentimientos.. Yo me sentí tan mal, como usted no tiene idea. Es horrible que alguien se refiera públicamente a un grupo de personas de la forma en que usted lo hizo. Son mis hermanos, son mis amigos, son mi familia, son seres humanos igual que yo. Justo, lo que usted nos hace a todas las minorías, día a día, no tiene perdón ni de su dios ni de los hombres. Usted está lleno de odio, de constipación homofóbica y mosógina. Qué triste momento el que pasa este país actualmente con usted a la cabeza de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa. Qué atropello para los Derechos Humanos.
Se dice que los diputados son los padres de la patria; Justo Orozco, con un padre como usted, yo me declaro huérfana.
Ahora para finalizar, Justo Orozco, usted le dijo a Amelia Rueda hoy en la entrevista, que si alguien se sintió ofendido, que usted se disculpa. Esto porque usted no los conoce, porque no andan con una etiqueta, porque usted no los sabe distinguir. Eso quiere decir que usted invisibiliza a una gran porción de habitantes de este país, que pueden ser sus asesores, sus familiares, sus amigos, parte de los feligreses en su iglesia. ¿Que no los conoce? Me presento, Justo Orozco, soy Theidyl Arias, y soy parte de las minorías a quien usted ofende día con día. Ah, a mi colega y amigo Yashin Castrillo, a quien usted conoce personalmente, también lo ofendió. A don Marco Castillo, a quien de seguro conoce, también lo ofendió. A Ángel Rafael, que hasta lo maquilló una vez en Teletica, también lo ofendió. A Marcelo Castro, también lo ofendió. ¿No los conoce a ninguno de ellos? ¿Lleva plumas alguno de ellos para diferenciarlos? ¿Llevan alguna etiqueta que les diferencie o les estigmatice más de lo de por sí estigmatizados que ya están por simplemente amar a personas de su mismo sexo? ¿Qué le hace a usted diferente o mejor a ellos, Justo Orozco? ¿Qué le hace a usted diferente o mejor a mí, Justo Orozco?
Ante lo dicho por usted, Justo Orozco, ante doña Amelia Rueda, yo le solicito públicamente que me contacte para ver cuándo le puedo atender y dónde, a fin de que me brinde una disculpa porque usted me ofendió con sus palabras; palabras de las que no se retractó; palabras de las que no se arrepiente.
Espero pronto su respuesta, de alguna manera, para que demuestre que es tan hombre que mantiene su palabra, de ofrecer una disculpa a quien se haya sentido ofendido con sus palabras.
Atentamente;
Licda. Theidyl L. Arias Chaves
Mujer, madre, ser humano, abogada penalista, humanista y ciudadana costarricense
Cédula 1--911-705